martes, 14 de febrero de 2017

El rapto de las Sabinas

Esta leyenda se remonta a los primeros tiempos de la cuidad, cuando los primeros fundadores de Roma secuestraron a los mujeres de la tribu de los sabinos para poder poblar la suya.

La leyenda cuenta como el primer rey de Roma, Rómulo, preocupado por esta situación decide celebrar unas pruebas deportivas en honor al dios Neptuno. Para ellos, invitó a todos los pueblos vecinos, entre los que se encontraba la población de Sabinia cuyos habitantes aparecieron en Roma para el evento junto con sus mujeres y su rey.

Al comenzar los juegos, y a la respuesta de una señal acordada, los romanos raptaron cada uno a una mujer, echando luego a los hombres. Para calmar a las mujeres, les dijeron que querían que fuesen sus esposas y que deberían sentirse orgullosas pues ahora pertenecían a un pueblo elegido por los dioses. Ante esto, las sabinas pusieron un requisito: a partir de entonces en el hogar serían ellas quienes gobernasen y tan sólo se ocuparían del telar, sin tener ninguna obligación de ocuparse de otros trabajos domésticos.

Años más tarde, los sabinos intentaron cobrar su venganza. Ayudados por una romana, Tarpeya (a la que posteriormente matarían por despreciar la traición que le estaba haciendo su pueblo; desde ese momento, la zona donde la mataron recibirá el nombre de Roca Tarpeya y servía para arrojar a los que estaban presos por traición), consiguen entrar en Roma y acorralar a los romanos en el Capitolio.


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Cuando ambos bandos estaban a punto de enfrentarse, se interpusieron entre ellos las sabinas pidiendo la paz. Alegaban que ganase quien ganase la batalla, ellas perderían, ya que si ganaban los romanos, se quedarían sin padres ni hermanos y si, por el contrario, eran los sabinos quienes se alzaban con la victoria, perderían a sus maridos e hijos.

Las sabinas lograron su propósito y, finalmente, se celebró un banquete para sellar la reconciliación. Rómulo y Tito Tacio, rey de Sabinia, formaron una diarquía en Roma hasta la muerte del segundo.



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